La Coca-cola sabe igual. La de botella siempre será mejor.
Las Matemáticas siguen siendo un continuo acto de fe.
Sigue lloviendo hacia abajo.
El cielo sigue siendo azul. Igual que el mar. El mar, el mío, sigue estando frío.
Después de la noche viene el día; después del día, vuelve la noche. Como siempre.
Una noche en Kompistola, un tren de vuelta a Vigo y una tarde de paseo,
han hecho falta para darme cuenta de que todo ha cambiado. Todo y todos siguen ahí, pero ya nada es como hace un momento, ha sucedido, y no hay vuelta atrás.
